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Berlín

Hace pocos días se cumplieron 25 años de la caída del Muro de Berlín, un hecho que cambió el rumbo de un país y del mundo y que sirvió como puntapié inicial para el renacimiento de una ciudad.
Aunque en medio de una nebulosa, todavía recuerdo ese día, recuerdo la emoción de ver a la gente subida al muro rompiéndolo con picos y martillos y hasta con sus propias manos, recuerdo la alegría y sobre todo la sensación de esperanza, alivio, justicia y hasta de incredulidad que sentí en ese momento. Obviamente y a pesar de que ya tenía mis años, no tuve plena conciencia de lo que eso implicaba pero sí de que algo había cambiado definitivamente.
Con los años seguí escuchando noticias de Berlín pero esta vez relacionadas con la arquitectura (deformación propia de mi profesión que nos hace desarrollar un interés y una mirada selectivos) porque la ciudad se había convertido en un sitio perfecto para el desarrollo de la arquitectura más nueva a cargo de los mejores arquitectos del mundo. Me intrigaba ver si todavía quedaban en la ciudad rastros tangibles de la brutal agresión que sufrió, no sólo física sino -sobretodo- espiritualmente, y si los nuevos edificios contribuían a recomponer su carácter o brillaban más por sí mismos que por su aporte.
Lo que puedo decir ahora es que Berlín me pareció una ciudad en construcción, llena de contrastes y vacíos (¿puede algo estar lleno de vacíos?), en los barrios, en las calles, en los edificios, consecuencia de la destrucción o instrumentos para causar impacto y recordarnos algo.
Lamentablemente en los 3 o 4 días que se pasa de promedio en un destino es imposible conocer realmente un lugar así que voy a caer en la obviedad de hablar de los lugares que visité, como turista clásica a pesar de mis esfuerzos, pero en algunos lugares, pocos realmente, pude captar algo de la historia que signó la ciudad e intentaré que se refleje en mi relato.

Bien. A lo que vinimos.

Llegamos en tren desde Viena a la estación Hauptbahnhof, una impresionante estructura de metal y vidrio de varios niveles que termina siendo un gran preludio para lo que aguarda en la ciudad, pero nosotras estábamos alojadas en Kreuzberg, el barrio turco, y para llegar tuvimos que hacer una combinación de bus y subte (o UBahn), hasta la estación Mehringdamm que no tiene nada que ver con la anterior, es una estación de subte cualquiera mal mantenida y un poco sucia. Como acertadamente opinó mi madre parece que se gastaron todo el dinero en la estación central porque esta estaba bastante arruinada. Y lo que se ve al salir es una ciudad como muchas otras, con sus particularidades por supuesto, un poco descuidada y para nada impecable. Primer contraste el centro (Mitte) brilla, en más de un sentido, el resto... no tanto y está bien, más que bien, porque esas ciudades tan pulcras y nuevas y perfectas no me parecen muy reales.
Estación Hauptbahnhof


Las calles de Kreuzberg
Después de dejar las cosas en el hotel fuimos a la zona de Postdamer Platz y sentimos que estábamos entrando al "primer mundo". Todo es nuevo, brillante, ordenado, diseñado y espectacular. Acá el único recuerdo del pasado son cinco trozos del muro.
 
Postdamerplatz

 Sony Center

 Legoland en el Sony Center

 
 El primer semáforo de Berlín y arte público en la zona



Los hitos de la ciudad

Lo que más me gustó de esta zona es el parque Tilla-Duriex, una especie de explanada verde que genera un paisaje casi bucólico en medio de esta ciudad en plena ebullición. Leí en algún lado que después de la II Guerra los escombros eran tantos que en muchas partes de la ciudad los dejaron como pequeñas colinas y les pusieron verde por encima para transformarlos en plazas. No pude encontrar que este parque tuviera ese origen pero podría ser y, de todos modos, otros lo tuvieron y eso da cuenta de la devastación que sufrió Berlín.



Vistas desde la Panoramapunkt
Momorial al Holocausto
Bundestag


Sony Center
Puerta de Brandemburgo
Desde ahí fuimos caminando por la Eberstrase hacia la puerta de Brandenburgo y pasamos por un lugar que tenía muchos deseos de visitar: el Memorial de los Judíos Asesinados en Europa de Peter Eisenman. Es una obra impactante formada por miles de cubos de hormigón de distinto tamaño sobre un terreno con desniveles que hace que, en algunos sectores, uno se encuentre "atrapado" en ese laberinto de cemento sin poder ver nada más alrededor. Supongo que quiere representar la desolación que sentirían los judíos al ser perseguidos o estar atrapados en campos de concentración y aunque es difícil sentir eso hoy que el monumento se convirtió en una atracción turística más, en ciertos momentos, cuando uno logra alejarse de todos los demás visitantes escuchando nada más que silencio, se llega a sentir algo especial. Alguna razón habrá para que tanto este memorial como el Museo Judío de Libeskind (del que hablaré más adelante) recurran a la dureza del cemento, a la sensación de opresión y al silencio para contar una historia.



Toda esta zona es nueva y está aún en construcción. (esa es una forma de definir Berlín: "en construcción"), aquí hubo mucha destrucción en la guerra, durante la ocupación y después. Justo por aquí, por Ebertstrasse, pasaba el muro. Postdamerplatz y el parque Tiergarten quedaban del lado occidental y el actual memorial y la Puerta de Brandemburgo del oriental. Hoy el recuerdo físico de esta división se reduce a una línea trazada en el piso y unas cuantas señalizaciones de bronce por eso decía antes que es fácil dejarse deslumbrar por la modernidad pero hay que hacer el esfuerzo para no olvidar que alguna (no hace tanto) la ciudad se veía así.


La Puerta estaba oculta por un escenario, había un festival de no sé qué, así que nos metimos en el Tiergarten, el mismo donde se hacía el Love Parade, de camino al Reichgstag, o Bundestag, porque teníamos hora para visitarlo.



Tiergarten
Hacía mucho que quería conocer la famosa cúpula de Foster que vino a reemplazar a la cúpula original del edificio destruida durante los bombardeos de la 2° Guerra.
Este tipo de intervenciones siempre despierta polémica, supongo que la obra de Foster no habrá sido la excepción, y lógicamente hay opiniones a favor y en contra pero a mí me encantó. En primer lugar porque creo que se integra bien al edificio a pesar de su tamaño, bastante mayor que el de la cúpula original, su materialidad y su tecnología, y en segundo lugar porque no es sólo un elemento arquitectónico, es una pieza que intenta reflejar la reconstrucción de un estado y la transparencia de sus instituciones.








Alexanderplatz y el Berlier Dom desde el Reichstag

Tiergarten, Brandemburgo y el Sony Center
Después caminamos un poco por la zona gubernamental, por la orilla del río Spree y volvimos a la zona de Brandemburgo y esta vez sí pudimos ver la famosa puerta que, como muchos otros hitos del mundo me pareció de juguete pero me encantó estar ahí porque me hizo acordar a los conciertos por la paz que celebraron la caída del Muro y un montón de otros eventos.

 
 

 



Galerías Lafayette - Jean Nouvel


Estación Franzosische
Konzerthaus y Neue Kirche
Nuestra visita coincidió con el Festival de la Luz que se hace cada año así que muchos sitios tenían iluminación especial o juegos de luces
Ya hablé varias veces del Muro y uno de sus hitos es la East Side Gallery, o Galería del Este, donde se conserva un tramo importante que fue intervenido por distintos artistas con grafitis y arte urbano y se convirtió en una verdadera galería de arte. Aunque se haya convertido en una atracción turística si uno se abstrae de las coloridas imágenes que lo cubren puede llegar a percibir la brutalidad que significó su construcción.








El arte no se limita al muro, en toda la zona, igual que en todo Berlín, hay grafitis y arte urbano

El muro está sobre el Río Spree, cerca del puente Oberbaumbrücke

Por ahí está también el O2, un estadio cubierto multipropósito.
Se nota que toda la zona está en reconstrucción porque hay grandes terrenos vacíos
Cerca de ahí está el Karl-Marx-Allee, una imponente avenida bordeada por edificios construidos por los socialistas en los años 50 donde se puede sentir algo de la atmósfera del Berlín del Este, acomodado supongo porque aunque los edificios eran para obreros se los ve bastante lujosos.



Recuerdos de los soviets
Esta avenida va desde la Frankfurter Tor hasta Alexanderplatz, otro sitio fundamental de la ciudad, aunque viéndolo no se entienda muy bien por qué. Esta plaza es un lugar desordenado y más bien feo que tiene una torre mirador en el centro y ahora está siendo objeto de una intervención. Por suerte.
Lo bueno es que era octubre y en consecuencia ¡Oktobergfest! así que había un mercado gastronómico con cervezas varias, comidas riquísimas y música regional muy graciosa. El perfecto estereotipo de los alemanes con sus enteritos y sus sombreritos con plumas.


Al lado de Alexanderplatz está la Catedral, Berliner Dom, y la Isla de los Museos, con cinco museos de gran nivel, cuyos edificios resultaron casi ilesos durante los bombardeos. Es una zona muy linda, la única casi totalmente original que visitamos, con mucho verde, árboles y un lindo paseo sobre el río.









Berlín en construcción
Vale la pena subir a la cúpula de la iglesia para tener unas hermosas vistas de la ciudad y visitar alguno de los museos. Nosotras elegimos el Pérgamo, así llamado porque aloja el Altar de Pérgamo que exhibe además varias piezas importantísimas provenientes de Babilonia, Siria y Jordania, por ejemplo. Al recorrerlo obviamente se siente admiración pero también dudas porque esas piezas, tal vez, deberían volver a sus países de origen ¿no?





Saliendo de allí por Unter den Linden se pasa por ejemplo frente al edificio de la Nueva Guardia, Neue Wache, que fue sede la Guardia Real y hoy es el “Monumento conmemorativo central de la República Federal de Alemania a las víctimas de la guerra y la tiranía”. En su interior vacío (otra vez los vacíos) hay una especie de Piedad iluminada únicamente por una abertura en el techo.



Entre algunas de estas zonas hay una transición gradual, entre otras no, termina una cosa (y por cosa digo edificios, barrios con cierto perfil), hay unas cuadras subocupadas o directamente libres y empieza otra zona distinta, más moderna, más antigua, más cuidada, menos prolija, lo que sea, pero me dio la sensación de que les falta consolidar la unión que, políticamente, se dio a partir de la caída del Muro. Hay tantas construcciones en marcha que supongo que llegarán a eso más pronto que tarde. Habrá que volver para comprobarlo. 

Uno de los lugares que más me impresionó es la Topografía del terror, un centro de documentación / sitio para la memoria ubicado en cercanías a Postdamerplatz, en la frontera entre los sectores americano y soviético, en el mismo lugar donde alguna vez estuvo la sede de la SS, Servicio de Seguridad del Reich, y la Gestapo, Policía Secreta Estatal que con el tiempo se unirían. Estas fuerzas públicas eran absolutamente leales al Reich y desde 1929 estuvieron dedicadas a protegerlo, igual que a su partido, al tiempo que vigilaba, perseguía y eliminaba a todos aquellos que el partido Nazi tildaba de oponentes o enemigos. Entre 1933 y 1945 funcionó aquí una prisión donde estuvieron más de 15.000 prisioneros. Fue demolido después del '45 al igual que muchos otros edificios de los Nazis dañados por la guerra y años más tarde se llamó a un concurso para definir su destino. 
El resultado es impresionante y cargado de simbolismo. La zona que ocupaba el edificio hoy está cubierta de piedras, a modo de escombros. En el centro hay un edifico semienterrado muy discreto que aloja el centro de documentación y en el lateral, donde se conserva intacto un tramo de muro, hay una exhibición fotográfica que muestra el ascenso de Hitler y el partido Nazi hasta el poder absoluto y sus macabros métodos de control de la población. Es sencillamente imperdible. 





Para levantar un poco el ánimo, porque les aseguro que el corazón se les va a quedar chiquito, se puede ir hasta el hiperfamoso Check Point Charly, uno de los pasos fronterizos de la ocupación que hoy es como el lobo marino de Mar del Plata y es imposible no sacar una foto ahí. 


Una de las zonas que aparenta haber transcurrido con normalidad, del lado occidental obviamente, es la de Kurfurstenstrase, una avenida comercial en un barrio residencial muy agradable. Lástima que fuimos un domingo y estaba todo cerrado. 




Para terminar la visita a esta impresionante ciudad, otro sitio que me impactó y en el que nuevamente, para mí, son protagonistas los vacíos, el Museo Judío. Como buena arquitecta quería conocerlo por el edificio de Daniel Libeskind que es impactante por lo que significa. Está compuesto por un edificio antiguo, que alguna vez alojó a la Corte Suprema, que funciona como acceso y contiene los servicios, y por la ampliación de Libeskind de metal y vidrio con una forma quebrada y fachadas atravesadas por finas rajas que permiten la entrada de luz. 
Esta obra está desarrollada en tres ejes: Continuidad, Exilio y Holocausto, que van guiando al visitante a través de la exhibición para comprender estas tres situaciones básicas que debió soportar el pueblo judío. El eje del exilio termina en el Jardín del Exilio en el que se agrupan 49 bloques de hormigón, coronados por olivos, inclinados y ubicados sobre un suelo también inclinado que busca hacernos sentir la desorientación que sufrieron los judíos que debieron abandonar Alemania. No sé si se logra eso pero definitivamente uno se siente un poco mareado. 
A lo largo del edificio hay seis torres que generan unos vacíos verticales (otra vez los vacíos) que atraviesas todos los niveles del museo. Sólo una es accesible, el Vacío de la Memoria, y es impresionante. Es un espacio con muros irregulares de hormigón y una entrada de luz cenital cuyo piso está cubierto de piezas de metal que representan rostros con distintas expresiones. Se puede caminar sobre ellas y al hacerlo el sonido del metal chocando llena todo el espacio. 
En los pisos superiores hay una exhibición "tradicional" de líneas de tiempo, objetos varios y obras de arte pero lo más interesante es lo anterior que no muestra casi nada en realidad sino que nos hace, verdaderamente, experimentar. 












+ info

Cómo llegar
Llegamos en un tren nocturno desde Viena en el que ocupamos un camarote doble. Me encanta viajar así, las estaciones están en el centro, los camarotes son pequeños pero perfectamente funcionales y cómodos, el pasaje (106 euros) incluía el desayuno y pudimos aprovechar tanto los días completos en Viena y en Berlín.

Alojamiento
Hotel Transit en Kreuzberg. Buenísimo. Bien ubicado en una zona residencial tranquila pero con comercios y restaurantes cerca, a unos 300 mts de la estación de metro y comunicado por varias líneas de bus, aunque el barrio está bastante cerca de Postdamerplatz, por ejemplo, así que se podría ir caminando también.
El hotel está en el segundo cuerpo de un edificio típico de la zona, tiene un área común grande y agradable para desayunar o tomar un trago a la noche. El desayuno muy bueno y completo. Hay wifi, no tan buena, y computadoras disponibles. El personal es amable y está bien informado, las instalaciones están limpias y las habitaciones son lindas, sencillas pero completas. No dudaría en volver.
U$ 78 la habitación doble por noche, desayuno incluido.

Transporte
Excelente, obvio. Trenes, tranvías, metro, buses, todo reluciente (salvo las estaciones de metro más alejadas del centro) y muy eficiente. Ojo con los cambios porque gran parte de la ciudad está en obra y hay tramos interrumpidos y estaciones cerradas.
Como en Viena compramos un pase de 3  días (25 euros por persona) que podíamos usar para todos los tipos de transporte aunque nos manejamos sólo con bus y metro. El pase se tickea en unas máquinas ubicadas en los buses o en los andenes del metro.

Atracciones
En Berlín obviamente hay mucho para ver pero entramos a pocos museos porque nos interesaba más recorrer las calles de la ciudad.
Bundestag: Es gratuito, requiere inscripción previa con horario asignado. Hay dos tipos de visitas: una sólo para la cúpula , que es la que nosotras omamos, y otra para el edificio completo.
Panoramapunkt: Es una torre situada en Postdamerplatz que tiene un mirador en el último piso desde donde se tienen excelentes vistas de la ciudad. 11 euros.
Museo Pergamo: Se lo puede visitar sólo o combinando con algún otro museo de la Isla. 12 euros. El Altar de Pergamo está cerrado hasta 2019.
Topografía del terror: gratuita e imperdible.
Museo Judío: otro imperdible. 8 euros.

Gastronomía
Uno de los clásicos de la ciudad, el currywurst, en uno de los clásicos de la ciudad, Curry 36, un boliche (no hay mejor palabra para definirlo) para comer de parado en la calle. ¿Qué es el currywurst? Salchicha alemana deliciosa asada con mucho curry en polvo y bañada en ketchup, se come acompañada con papas fritas y cerveza, obvio. Y todo por sólo 6 euros!

Frente al Curry 36, sobre la calle Mehringdamm, está el Kebab de Mustafá que debe ser el mejor del mundo porque tiene esa cola TODO EL TIEMPO y no lo pude probar porque tenía esa cola TODO EL TIEMPO!

Además de eso se puede comer de todo y todo muy rico. Una de las noches repetimos un lugar que habíamos conocido en Viena y que nos había gustado mucho, Vapiano en Postdamerplatz, donde se pueden comer pizzas, pastas o ensaladas, se puede comer desde 15 euros por persona más o menos.
También fuimos un par de veces a un restaurante italiano que quedaba cerca de nuestro hotel, Trattoria Da Vinci en Mehringdamm 51, muy ricas pizzas, pastas, sopas, ensaladas y era económico, se podía comer por unos 12 euros por persona. 
En el Oktober Fest de Alexanderplatz comimos salchicas y unas hamburguesas de cerdo exquisitas además de unos buñuelos dulces riquísimos. Todo muy barato, 3 o 4 euros cada cosa. 
El postre: waffle con cerezas en la feria del Tiergarten. 3,50 euros.


Comentarios

  1. Muy interesante Laura. Que gran despliegue de información, con su gran toque crítico de la visita. Gracias.

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