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Estambul I

Recuerdo que cuando tenía 12 o 13 años juntaba los fascículos de una colección que se llamaba Maravillas del Mundo, no llegué ni a completar el primer tomo pero algunas de las imágenes me impactaron y quedaron para siempre en mi memoria, imágenes de maravillas que afortunadamente pude conocer. 

La que más recuerdo era la de la bóveda de uno de los salones de la Alhambra

Otra era la silueta de la Sagrada Familia de Gaudí

Y otra era la del perfil de Santa Sofía con sus minaretes recortándose contra el cielo

Años después, en la facultad de arquitectura, aprendí que Santa Sofía es un hito de la historia de la arquitectura porque este edificio construido entre los siglos V y VI (hace 15 siglos, 1500 años!!) fue un alarde constructivo con su gran cúpula central de 31 metros de diámetro y 56 metros de altura, entre otras impresionantes particularidades. Desde ese entonces quise conocer Santa Sofía y Estambul, la antigua y mítica Constantinopla, ciudad a la que imaginaba como detenida en el tiempo, mística, casi mágica. Por eso la idea de poder visitarla me llenaba de emoción. 
¿Cómo es Estambul en realidad? Pregunta muuuuy difícil de responder. Lo intentaré pero más adelante, empiezo por los datos del viaje que siempre son fáciles.
Llegamos desde Atenas en un vuelo de Turkish Airlines, excelente aerolínea con aviones modernos, asientos cómodos, servicio impecable y comida riquísima (hasta salmón nos dieron!). La llegada por aire nos generó el primer impacto, el del Bósforo (ese mar/río) repleto de barcos de todo tipo y tamaño. Los conté, me aburrí cuando llegué a 150. A medida que el avión bajaba veíamos la ciudad muy extensa y abigarrada, con calles zigzagueantes y muchos techos rojos. 

El aeropuerto Atatürk (ahí todo es Atatürk) debe ser uno de los más activos de Europa, es inmenso y el tráfico de aviones es incesante. Las instalaciones son fabulosas, amplias, impecables. Nos acercamos al puesto de información turística para conseguir nuestros primeros mapas, cambiamos algo de plata y nos fuimos a tomar el metro para llegar a la zona de Sultanahmet, la zona histórica, donde estaba nuestro hotel. Hicimos un tramo en metro y luego tuvimos que combinar con el tram que estaba repleto pero la gente fue muy amable y nos ayudó a acomodarnos nosotras y nuestras valijas. 
Ir por la superficie nos permitió empezar a conocer la ciudad que no era para nada lo que esperábamos pero no quiero meterme en eso ya porque me voy a ir por las ramas. 
En el tram nos empezó a hablar (en realidad le hablaba a Marisú) un chico que trabajaba en una agencia de turismo y hablaba muy bien español, incluso conocía Argentina, había estado en Buenos Aires y en Córdoba. El nos ayudó a bajar en la estación correcta pero tuvimos problemas al principio para encontrar el hotel, estaba a solo unos metros de las vías pero estábamos desorientadas y nadie parecía saber dónde quedaba el hotel. En medio de ese lío nos dimos vuelta y descubrimos que la fabulosa Santa Sofía y la increíble Mezquita Azul estaban al alcance de nuestros ojos. ¡Qué emoción!
Al final encontramos el camino y llegamos al hotel Rast donde íbamos a pasar sólo una noche en la ciudad porque al día siguiente partíamos para Cappadocia y luego volveríamos a otro hotel, más barato. Porque el Rast era caro (aunque tampoco tanto, 112 LT c/u, unos 230 $), pero era bárbaro, muy estampado como es habitual en Turquía, pero cómodo y bastante elegante. Además tenía un sillón masajeador en el lobby al que le dimos buen uso, el desayuno era espectacular y la terraza tenía una vista increíble a las dos mezquitas. 
 

Como antes de partir hacia Cappadocia íbamos a pasar apenas un día y medio en Estambul y como luego de nuestro viaje llegaba otra amiga que se sumaba a nuestra aventura, decidimos no visitar los lugares más turísticos y hacer una especie de reconocimiento de la ciudad. 
Para empezar me parece bueno ubicarnos con unos planos. 

Estambul es una ciudad transcontinental a caballo entre Europa y Asia. El lado asiático es el de la derecha, donde los principales barrios son Üskudar y Kadiköy. Al principio nos confundíamos porque el lado europeo está dividido por un brazo del Bósforo llamado Cuerno de Oro que separa la zona más antigua, Sultanahmet, de la más moderna, Beyoglu. 

En general los turistas visitamos Sultanahmet y sus alrededores porque ahí están las principales mezquitas, el Palacio Topkapi, los bazares y el puerto Eminonu. Del otro lado está la torre Galata desde donde sale la calle Istikal, una peatonal comercial que conduce a la plaza Taksim. Hay más, por supuesto, estas son sólo unas referencias. 

Después de dejar las valijas en el hotel y refrescarnos un poco salimos finalmente a conocer y ahí nomás empezaron los contrastes: construcciones de 500, 1000 o más años de antigüedad, un tranvía súper moderno, una enorme actividad en las calles especialmente cerca del puerto, venta callejera de todo lo que se les ocurra (artesanías, pañuelos, carteras y muchos comestibles: choclos asados, jugo de granada, pickles, castañas asadas, helados saltarines, frutas secas, mejillones crudos que se comen al paso con un poco de limón, etc. etc. etc.). 





Seguimos las vías del tram hasta el puerto pasando por las mezquitas, el Palacio Topkapi, construcciones increíbles, casas otomanas de madera, edificios de todo estilo, arquitectura moderna anodina (por no decir espantosa), negocios de todo tipo y locales con las vidrieras llenas de dulces que chorreaban almíbar, literalmente. 
Después llegamos al puerto y quedamos todavía más impresionadas por la cantidad de ferrys que iban y venían sin parar, repletos de gente (forman parte del transporte público). También vimos mucha gente pescando aunque yo no me animaría a comer esos frutos de mar. 
Flor de kiosco!
Nunca supimos que era pero era algo estatal, o militar
El tranvía
La vieja estación de tren
Los arquitectos lo llamaríamos "intervención inadecuada"
El puerto y más allá la torre Galata
Una mezquita un poco aplastada
Los ferrys a full
En nuestra caminata le habíamos echado el ojo a una confitería, por llamarla de alguna manera, se llama Hafiz Mustafa y fue fundada en 1864. Las vidrieras y los exhibidores eran muy tentadores, al menos para mí porque me gustan los dulces de medio-oriente con frutas secas y mucho almíbar. Tomamos té de manzana, que se convirtió en nuestra bebida favorita (es para turistas, los locales toman té negro), y comimos exquisiteces varias. 



Volvimos caminando y disfrutando de las vistas nocturnas de las mezquitas. 
Mezquita Azul
Santa Sofía
Casas otomanas
Al día siguiente amaneció lloviendo fuerte así que aprovechamos que estábamos en un buen hotel y pasamos como dos horas abusando del desayuno buffet. Después nos fuimos al hotel en el que nos alojaríamos a la vuelta de Cappadocia a dejar las valijas y pasamos un rato en un pub irlandés viendo un partido de Los Pumas contar Nueva Zelanda (un bajón, perdimos 10 a 31). Cuando terminó salimos a caminar otra vez hacia el lado del puerto y visitamos la primera de muchas mezquitas, la Mezquita Nueva, pero ya contaré en otra entrada qué se siente, cómo funcionan, etc. 
Yogur con... todo!
La vista desde el desayunador del Rast
Mezquita Nueva
Cruzamos el puente Galata y tomamos el metro para ir hasta el Kanyon Mall, un centro comercial donde encontramos buenos precios y muy buenas marcas e hicimos algunas compras. Volvimos hasta la plaza Taksim y desde ahí caminando de vuelta al hotel, a las corridas porque teníamos que tomar el bus hacia Goreme. 
Puente Gálata

El metro, un lujo
Kanyon Mall
Con el relato de estos primeros dos días en Estambul termino el primer capítulo sobre nuestra visita a esta increíble ciudad. Es un poco caótico y tal vez no sirva para "entender" la ciudad pero estas son mis recuerdos, sin retoques, porque me hizo falta tiempo para lograr hacerme una idea un poco más acabada de lo que Estambuol significa.


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